jueves, 5 de abril de 2012

A un año de trabajo: Hoy 18 de agosto de 2010 ya cumplí un año de trabajo en el IRAR. Y los aniversarios son las grandes puertas para la estupidez como diría Cortázar. Así que no escribiré algo especial, sino una reflexión de lo que descubrí. Digo que descubrí, porque realmente no sabía en lo más mínimo a lo que iba. Ni siquiera adónde iba. Recuerdo que jamás acepté la opción de conocer el IRAR de antemano, por temor a no querer volver más. Hoy precisamente, estamos en una coyuntura donde la “crisis de crecimiento” de la tarea y el rol de los acompañantes se evidencia dramáticamente dado el número de jóvenes encerrados. Entramos sin saber muy bien qué hacer pero sí con una gran voluntad y decisión político-ideológica (aunque estos términos suenen tan duros en estas épocas posmodernas, dentro de una cárcel, donde se vive una pequeña y sumergida dictadura, cobran más sentido que nunca). Por lo menos, en mi año de trabajo, ningún acompañante abandonó su trabajo como antes hicieran otros. Sin embargo, no por eso no existieron las agresiones hacia nosotros. Pero así como una cárcel sirve para atacar las consecuencias y no las causas. Cuando pensamos en las agresiones, atacamos las causas y no las consecuencias. Ante la respuesta institucional (informe, “engome”, castigo físico ilegal) nuestra respuesta: una charla, un mate, un abrazo fuerte. Recuerdo cuando chorreando mierda de la cabeza me quedé apoyando los brazos en la reja un par de minutos preguntándole a quien me la había arrojado por qué lo había hecho. Y no hubo respuesta. Es que nunca nadie antes, ante semejante agresión, le había preguntado el por qué. Siempre le ofrecieron respuestas. Y sobre todo, represivas. Fue y es difícil convivir con una lógica represiva (física, simbólica, institucional) ya que en un lugar cerrado, es un juego de suma cero. Lo que gana la presencia se pierde con la ausencia. Y lo que avanza en la ausencia es la oscuridad, la institución total que todo lo controla: la ansiedad, el aburrimiento, el consumo del tiempo y de la vida. Nosotros introdujimos las preguntas en un lugar que ya tenía todo resuelto con respuestas antiguas, extemporáneas, basadas en la fuerza, que no entiende razones ni emociones. Y esas preguntas las trasladamos a los chicos, a los pibes. Y tal vez por primera vez, pudieron pensar que ellos podían ser otra cosa, que había algo más allá de las 4 paredes del barrio, la droga, el robo y la violencia. Qué cómo podía ser que el IRAR pudiera ser para ellos la libertad, la protección que afuera no tienen, el contacto con la escuela y el Estado que nunca antes tuvieron. En realidad, como escuché en una conferencia la semana pasada, ellos pueden pasar de la vida “normal” a la “anormal” rápidamente. Y como nosotros sabemos “la vida del choro es así” y 4 meses de cárcel y verdugueo pagan 2 meses de libertad viviendo a mil. Pero volviendo a la pregunta, al comenzar y todavía hoy, lamentaba como muchos de ellos decían y dicen que no quieren cambiar su vida y que van a pasar toda la vida presos y así está bien. Entonces, nuestra pregunta comenzó a hacer mella. El sólo hecho de escribir a algunos les abrió un nuevo mundo. Como sabemos, ningún pibe terminó la escuela primera, que dejó en los primeros grados y la mayoría son analfabetos puros o funcionales. Carlos un día estaba esperando que lo condenaran por un “omicidio”, es decir, por algo que ni siquiera sabía escribir. Hoy se debate entre las rejas y la libertad. Libertad que no está ni detrás ni tras las rejas, está solamente en su alma. Omar dice que los pocos días que tuvo de libertad tras las rejas, soñaba con estar adentro nuevamente. Que la droga era su verdadera cárcel. Y Fabricio, un amigo que se animó también a lo desconocido, les dice desde el primer día que la libertad no es estar del otro lado del muro. Que él, a pesar de estar del otro lado, también se siente encerrado, que en el afuera uno está atado a muchas cosas que lo hacen esclavo. El miedo a la libertad, citando a Fromm, es enorme. Descubrimos también que los pibes son todos pobres. Que sus padres, si los tienen, o están presos o sin trabajo. Que sus madres, a las que tanto quieren, se la rebuscan con un promedio de más de 6 hijos para cocinar, hacer changas, mantener una casa e ir a visitarlos para llevarles lo poco que puedan. Vimos también que la mayoría de ellos comenzó a drogarse desde chicos, con pegamento, y que luego fueron sumando otras sustancias: marihuana, cocaína, alcohol, pastillas. Es la única forma de consumir y aspirar algo y a algo que tienen. Después vendrán las teorías psicológicas y sociológicas para explicar lo que ellos ni siquiera intuyen. La ausencia de marco de referencia (familias destrozadas, disfuncionales, ausencia de la escuela) hace que los jóvenes se referencien con los pares, con los amigos. Otra de las cuestiones trascendentes fue la relación con la policía. Fernando contó que en una comisaría, hay un colorado que les pega a todos, menores y mayores. Y si uno le da plata, cumple sus funciones de pasar agua y pan a los presos. Una vez lo golpeó con tanta saña que Fernando osó a denunciarlo. Porque ningún apremio ilegal, ni siquiera el que termina en la muerte, es denunciado. Son códigos. Parecieran ser códigos entre adultos, pero son entre pibes de 10 a 16 años y policías supuestamente adultos. Yo no sospechaba que la policía arregla con los ladrones más veces de las que no arregla. Y creería yo que la relación es 70-30, es decir, de cada 10 delitos, 7 veces la policía deja actuar a cambio del botín entero o parte de él, a cambio de dinero que incluso se puede pedir telefónicamente a la familia desde la misma comisaría. Que hay bandas lideradas por policías, integradas por ellos, apañadas por ellos, eso todo el mundo lo sospecha. Pero aquí develamos nombres, apellidos, apodos, modu operandis y cifras. Cifras que ridiculizan cualquier cifra destinada por el Estado a programas sociales para los jóvenes y la pobreza. Porque la droga y el robo de automotores gestionado casi íntegramente por la policía (en actividad o retirada, directa o indirectamente) es la principal caja ya no chica, sino enorme, que financia a una corporación demasiado corrupta para poder renovar las manzanas podridas. Si antes decía que en el IRAR se vive una pequeña dictadura, en las comisarías esta situación es por demás de evidente. Más de la mitad de los jóvenes que ingresan al IRAR nos cuentan que en las comisarías son torturados, incluso con prácticas antiguas como el submarino seco o el encierro en salas oscuras, sin agua ni comida, sometidos a los gritos vapuleantes y golpeados con patadas y palos cuando los agentes así lo decidieran. Pero también, a veces, se me aparecen las víctimas de quienes están en el IRAR. Y pienso que en cualquier momento podría ocurrirme algo a mí o a mi familia o amigos. Surgen entonces las preguntas. Y esbozo algunas respuestas. Las causas no están en las personas, las consecuencias sí. La violencia es la consecuencia de un contexto social y económico de dominación de clases. La pobreza no “roba” más que la riqueza, sino que lo hace violentamente, mientras que la riqueza se mantiene y aumenta gracias a la dominación menos violenta. Hoy el mito de la in-seguridad que está dominando simbólicamente la agenda pública. El mito se alimenta de la mentira, la estéreo tipificación de grupos. Pero sabemos que no existe ni la seguridad ni la inseguridad. Lo que existe son personas en contextos violentos que se comportan de determinadas maneras, así como otras personas en contextos menos violentos maximizan las ganancias a costa de la pobreza y marginación de muchas personas. Ambas son conductas socialmente válidas, porque los contextos las justifican. Mauro 18/8/2010

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Desamurallar para que el otro ingrese

El IRAR es inaugurado en 1999 en un acto de eufemismo lingüístico como “Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario”. Aloja a jóvenes en conflicto con la ley penal de entre 16 a 18 años con causas que van desde robo simple, robo calificado a homicidios.
Desde entonces, viene sufriendo los avatares de gestiones y gobiernos, con el consiguiente vaivén de políticas y gentes. Nosotros como acompañantes juveniles, ingresamos en el marco de un proyecto de “cierre progresivo” del lugar en enero de 2009.
La idea fue que haya personas, diferenciadas del Servicio Penitenciario, que convivan con los jóvenes y que acompañen su tránsito por la institución. Personas con recorridos vinculados a lo artístico, lo pedagógico, las ciencias sociales, lo educativo, lo psicológico, etc. Apenas entramos, comenzamos a vincularnos con los pibes que allí estaban. Poco a poco en ese encuentro, nos fuimos encontrando entre nosotros como colectivo.
El trabajo que venimos haciendo desde hace un año y medio nos anima a compartir algunas reflexiones.
Cuando iniciamos el trabajo como acompañantes nos preguntamos ¿Qué hacer en el día a día con estos jóvenes en situación de encierro? ¿Qué formas le damos a este diario compartir? ¿Cómo instauramos un vínculo humano en una situación que es degradante de la condición humana?
Aún reconociendo que hemos avanzado mucho, seguimos haciéndonos las mismas preguntas. Manteniéndonos en ese movimiento lleno de incerteza fuimos avanzando.
Muchas de las cosas que soñábamos o veíamos como imposibles cuando empezamos, las fuimos concretando. Por eso nos resulta vital poder seguir soñando en correr los límites de lo posible y llegar al punto en que no tengamos que existir, pues no existirán ya las instituciones de encierro. Por eso renovamos todos los días la apuesta. Así como a los pibes con esas cargas tremendas que llevan, nunca pudieron ocultarles del todo esa vida que puja por desarrollarse, por expresarse; nosotros tratamos de mantenernos en movimiento en ese lugar inmóvil. Estar atentos para mejor acompañar el tránsito de los pibes desde la presencia, como un proceso de experimentación de sí mismos, como un proceso que pueda ser de aprendizaje. Pararnos en un lugar de referencia que posibilite la emergencia de esa voz y ese cuerpo oculto y signado por el sistema judicial, mediático, capitalista. Andar el andar juntos e ir viendo por dónde le escapamos a la resignación y a la desesperanza de ese proyecto de muerte. Estar, pues la presencia genera el encuentro, y es en ese entre donde surgen diversas actividades que buscan romper los muros o agrietarlos.
Por todo esto pensar nuestra práctica como una práctica colectiva nos resulta urgente e imprescindible. Ir probando, ir andando un camino en el hacer cotidiano y evitar que nos coma el trajín de la institución. Nosotros somos quienes queremos conflictuar esto que llamamos cultura tumbera. Y la queremos cambiar porque la consideramos suicida. Decimos que es urgente abrir espacios para que puedan aparecer otras cosas, otros modos más del lado de la vida, de la creación, que de la reproducción.

2.
A través de una investigación que realizamos nosotros, pudimos sistematizar la información relacionada a las problemáticas que vivencian los jóvenes que transitan por el IRAR. De una muestra de 48 chicos ingresados en los primeros 6 meses de este año, pudimos inferir los siguientes datos:
• El 94% proviene de barrios periféricos.
• El 83% no terminó la escuela primaria y ninguno de ellos la secundaria.
• Sólo el 23% vive con ambos padres. Otro 23% no vive con ninguno de los padres. El 44% vive solamente con la madre.
• El 21% tiene alguno de los dos padres muertos.
• El 19% tiene alguno de los padres presos.
• El promedio de hermanos es de 5,8 (incluyendo los medios hermanos, el 65% tiene).
• El 23% tiene un hermano muerto por violencia o sobredosis.
• El 31% tiene algún hermano preso.
• El 40% tiene hijos. Sólo la mitad convive con ellos.
• El consumo empieza a los 12-13 años. Todos consumen sustancias psicoactivas. El 65% consume 4 sustancias o más (tabaco, marihuana, cocaína y psicofármacos las más consumidas). La frecuencia es diaria para casi todas.

Estas cifras muestran que los jóvenes con los cuales compartimos la cotidianeidad provienen de contextos que distan de ser los que teóricamente define el derecho penal al invocar una definición de “ciudadanía” previa para una posible rehabilitación o recuperación del preso.
Comenzamos definiendo entonces que la cárcel como dispositivo en la actualidad no habilita para la vida en sociedad sino que genera códigos que se reproducen sólo en situación de encierro. Esto, en adolescentes significa otro tipo de socialización que generalmente nutre una subjetividad relacionada a la cultura tumbera tanto dentro como fuera del encierro.

3.
El modo de vinculación con los jóvenes es un proceso abierto como cualquier relación humana en donde es imposible definirlo desde las figuras tradicionales, ya que también el rol es innovador. No somos una sola cosa, ni padres (si bien tenemos a veces su misma edad), ni hermanos (si bien compartimos la cotidianeidad de un alojamiento), ni sus amigos (si bien charlamos con ellos horas y horas).
Este proceso tiene sus vaivenes. Desde las agresiones físicas y verbales que provocaron algunas renuncias de compañeros, poco a poco se fue creando una instancia colectiva que posibilita actualmente una retroalimentación para que desde abajo construyamos entre todos, acompañantes y jóvenes (sin menoscabar al resto de los actores que trabajan en la institución) una relación humanizante. La identidad del acompañante se forja en la práctica diaria, sin teoría específica y los límites de la relación, más allá de los regímenes de convivencia institucionales, se construyen cotidianamente.
La línea prioritaria de trabajo que tomamos es la necesidad del joven, tratando de desmediatizarla del código carcelario. Esto posibilitó al joven la inscripción de un “otro” que lo escuche, generando un lazo distinto dentro de la institución (y por qué no, de su vida).
Si antes para la escucha o respuesta a las demandas hacía falta la violencia típica de las cárceles (quema de colchones, cortes en el cuerpo, etc.), ahora el lazo de la escucha genera una intervención nueva: el que nos está hablando es una persona, un sujeto.

4.
Entrando ya al tema de este encuentro, según la definición del término “Alojar” de la RAE tenemos dos acepciones que escogimos:
- Colocar una cosa dentro de otra, y especialmente en cavidad adecuada.
- Dar alojamiento a la tropa.
La primera, tiene que ver con tomar al joven como objeto a depositar en un lugar de encierro y todas las implicancias que esto conlleva. Tiene que ver con el alojamiento en sí mismo y el modo de hacerlo tanto objetiva como subjetivamente y de lo cual hablaremos más adelante.
En cambio la segunda, “dar alojamiento a la tropa”, nos remite más a una cuestión política y de las causas que subyacen: el término de tropa equiparado al concepto marxista de “ejército de reserva”. Si para Marx el ejército de reserva es funcional al sistema capitalista para rebajar salarios, la tropa alojada en lugares de encierro, siempre jóvenes pobres y excluidos, es funcional al mercado de la seguridad para vender dispositivos y sensaciones de seguridad (por ejemplo: servicios de seguridad privada, countries, alarmas, programas políticos que prometen más policía, etc.) en relación al sentimiento de inseguridad que los medios generan gracias a ellos. Los excluidos son los que se pueden descartar, alojar en el encierro.

5.
Intentamos describir un poco las implicancias de lo que significa la lógica carcelaria en los jóvenes en lo que respecta específicamente al “alojamiento”. Y esto nos remite a la primera definición: cosas que se ponen dentro de algo.
Podemos citar algunas cuestiones objetivas: no tienen posibilidad de prender la ducha para bañarse ni servirse agua para tomar (fría o caliente), tampoco de prender o apagar la luz de su sector o celda. Sus tiempos y movimientos están regulados desde fuera. Deben circular esposados tanto dentro como fuera de la institución (incluso a veces a sus permisos domiciliarios).
Los resabios de la legislación tutelar no les aseguran de antemano una previsión sobre cuanto tiempo van a estar alojados. Por eso supuestamente no realizan talleres de oficios, por eso la droga es el mejor medio para pasar el tiempo. La indefinición influye la subjetividad. El espacio y el tiempo son relativos. Teneos el ejemplo de los mineros chilenos a quienes la NASA les recomendó simular espacios que recreen el día y la noche, cosa que en el IRAR sólo sucede en dos sectores.
En definitiva, la lógica punitiva-penitenciaria cosifica al joven y desahucia su deseo. Se sabe también que es muy costoso, tiene efectos aparentes, de corto plazo y siempre pasajeros con meros fines de control. Un estudio de costos que realizamos muy superficialmente, nos dio un resultado de más de $7000.- por mes por joven sólo para el dispositivo del IRAR, sin contar el costo de la justicia y los programas de otros ministerios.

6.
Pensamos que la subjetividad de los pibes que ya está determinada por las variables que analizamos antes, repelen cualquier línea dura de discurso moral (el deber del trabajo y estudio para resocializarse), sencillamente no la pueden soportar.
Observamos a través de nuestra experiencia que, en cambio, ese resultado no sería producto de una determinación moralizante sino que podría alcanzarse en algunos casos por los caminos de la presencia que posibiliten una reflexión desmistificadora que los lleve de la condición de “ser choros” a la de “estar siendo choros”, lo cual los habilitaría a poder “estar siendo” otras cosas: estudiantes, poetas, artistas, deportistas, padres, adolescentes.
Podemos decir que no hay subjetividad por fuera del lazo social, esto implicaría el anudamiento de la subjetividad de los jóvenes a este nuevo modo de acompañamiento que entrama y fortalece día a día posibilidades de inclusión.
La llamada ética de la oportunidad nos permitiría trabajar a partir de momentos y ocasiones que rompan con la determinación espacio-temporal. Así, la “oportunidad de ser otro a partir de hacer otras cosas” comienza ya dentro de la institución.

7.
Con nuestro trabajo nos estamos adelantando y produciendo cosas en los chicos que de no acompañarse con la construcción de otro/s proyecto/s edilicios que alojen materialmente y en otras condiciones, nuestro trabajo pierde potencia. El actual tiene que desparecer pero estamos aun ahí. Tiene sentido desde lo transitorio ya que no es un trabajo para el contexto carcelario. Es un proceso hacia lo nuevo que estamos construyendo. Funciona, pero la decisión final es política.
Con esto nos referimos no sólo a la decisión del poder ejecutivo, que lo prometió hace más de dos años, sino al rol que la sociedad y los medios de comunicación deben desarrollar para que la contención y el alojamiento en el "afuera" tracen un camino posible y el/los nuevo/s edificio/s no sigan siendo una alfombra debajo de la cual esconder o depositar a los jóvenes mientras no se abordan las causas económicas y sociales de la problemática.
Pensamos en el concepto y la práctica del “desamurallar” como romper la lógica “adentro-afuera”. Afuera también están encerrados (alojados) en conceptos, estigmatizaciones, desempleo, analfabetismo funcional, villas, ranchos, discriminación, etc, etc.
Pretendemos un alojamiento que abra las puertas a la voluntad, el deseo, la planificación construida desde abajo. Que restrinja sólo la libertad ambulatoria y no otras. Que transforme la quietud, ese “pasar el tiempo muerto” del encierro en una intervención poblada de vida, que supere la recuperación para ser transformación. Transformación que comience adentro y se proyecte hacia fuera, desamurallando no sólo las murallas de cemento sino también las murallas simbólicas.

8.
Con respecto a nuestra situación, vemos que nuestra precariedad laboral contrasta con esa consistencia que debemos donar a los jóvenes.
Si en el día a día representamos al Estado que nuevamente se le presenta al joven después de varios años, tenemos que contener demandas y ansiedades postergadas sin poder ofrecer soluciones concretas ni demostrar grietas que hagan nuevamente fracasar al Estado.
Hoy en día, con guardias “mínimas” de 3 ó 4 acompañantes por turno (de 8 horas) y alrededor de 50 chicos, nuestra tarea se ve negada en su condición y reducida al mínimo en sus resultados.
Es por eso que desde nuestro lugar pensamos y practicamos nuevas formas de lazos estatales sin dejar de reclamar y luchar porque estos nuevos lazos y las expectativas que generan se vean reflejados en políticas de Estado éticas.

Colectivo de Acompañantes Juveniles del IRAR
Rosario, septiembre de 2010

Carta de Jonatan:
“Yo le quiero decir a toda esta gente que no se equivoque y no se dejen llevar por noticieros y policías. ¿Por qué todos nos juzgan sin conocernos? Porque detrás de ese chico que todos llaman delincuente hay una historia para escuchar, pero no tenemos a quien contársela.
Porque la gente, en vez de escucharnos nos acusa, critica y nos maldice porque no nos conoce. ¿Y si nos conocieran? No tendrían los mismos pensamientos, se darían cuenta que no somos lo que los noticieros dicen. Porque aunque nos equivocamos en la vida, nos encierran pero no nos dan una oportunidad para programar el proyecto de nuestra vida.
No nos ayudan a ver la realidad en vez de enseñarnos a hacerlo. Porque para todos no existimos y en vez de apostar un centavo por nosotros prefieren tirarlo a la basura.
Los invitamos a conocernos para que ustedes vean verdaderamente quienes somos y que no somos lo que dicen y que muchos de nosotros tiene un sueño por realizar.
Por ejemplo, el mío sería estar en mi casa con mi familia, disfrutar de mi mamá, de mis hermanos. Decirle a mi mamá cuanto la amo, lo mucho que me hizo falta en todo este tiempo. Trabajar y llevar una vida normal. Porque si uno se propone, se puede. Siempre y cuando haiga quien nos apoye. Porque no saben lo feo que es que nadie dé una sola moneda por vos”.

domingo, 29 de agosto de 2010

Nosotr-Ellos

Secuencia
Lengua que deja de ser materna - traducción de los que no tienen voces-lengua otra


¿Qué hay de enllantar? -Me dijo el pibito agarrado de la reja
Ahí caí en cuenta que estaba en su territorio.
¿Qué hay de que? - me salió decirle.
Se rescató y con mirada extranjera, solo dos palabras dijo – de comer…


Similitudes
Nosotros vosotros y ellos, los terceros excluidos de siempre
Y un facho dice: a esos hay que matarlos a todos
Y un progre dice: a ellos hay que devolverles sus derechos para que sean sujetos de derechos bla bla bla, y un lagrimón se le pianta por el Estado que daba razón de ser.
Nosotros defendiéndonos de ellos,
Yo defendiéndome de ello
Si hay parecido con alguna realidad psicoanalítica seguramente es pura contingencia.
Y si ellos no son ni psicóticos, ni perversos ni neuróticos al toque serán borderline o algún otro chamullo del DSM IV, lo que queda claro es que ellos tienen que estar encerrados en conceptos o en celdas, lo que venga primero.

Encuentros
Ellos- Grito – Aaaaaaaaacoooommmmppppaaaaaañññññaaaaaannnnnttttttttteeeeeee!!!!
Nosotros - Como va, todo bien?
Ellos - de primera y vos?
Nosotros - re bien mejor imposible
Ellos -¿Que hay para enllantar?
(x)- alto enllante,… pastel de carne.
(x) - entrá a comer
(x) - de una.

No seremos ellos, ni tampoco ellos serán nosotros hay una reja que divide pero el encuentro nos crea.

Robert

viernes, 13 de agosto de 2010

Soñar en el encierro

Reflexiones sobre el trabajo de los Acompañantes Juveniles en el IRAR

Toda práctica devela, y algunas parecieran mostrar nuevos mundos. También, una práctica, sobre todo institucional y sistemática, es una tentación a la rutina y por ende al peligro de su muerte. Esta posibilidad y este desafío afrontamos desde que comenzamos a trabajar en la cárcel de menores por la que transitan -y a veces se quedan meses y meses- jóvenes en conflicto con la ley penal. El IRAR es inaugurado en 1999 en un acto de eufemismo lingüístico como “Instituto de Recuperación del Adolescente de Rosario”. Desde entonces, viene sufriendo los avatares de gestiones y gobiernos, con el consiguiente vaivén de políticas y gentes. Nosotros como acompañantes juveniles, ingresamos en el marco de un proyecto de “cierre progresivo” del lugar. La idea fue que halla personas, diferenciadas del Servicio Penitenciario, que convivan con los jóvenes y que acompañen su tránsito por la institución. Personas con recorridos vinculados a lo artístico, lo pedagógico, las ciencias sociales, lo educativo, etc. que apenas entramos, comenzamos a vincularnos con los pibes que allí estaban. Poco a poco en ese encuentro, nos fuimos encontrando entre nosotros, como colectivo. El trabajo que venimos haciendo desde hace un año y medio nos anima a compartir algunas reflexiones.

Los pibes

En primer lugar –y en perjuicio de la demagogia que aparenta esto- ubicamos a los pibes, como el eje principal de cada paso que damos. Por el IRAR pasan jóvenes de entre 16 y 18 años llevados por la policía, cumpliendo una orden judicial. Así, casi siempre vienen golpeados y algunas veces, con serias marcas de tortura. Estos chicos traen a cuestas varios ingresos a las comisarías del barrio, las cuales conocen con bastante detalle, como parte cotidiana de sus vidas. Hemos escuchado en diferentes oportunidades comentarios sobre tal o cual policía conocido por golpear sin piedad a los presos; o de tal comisaría y sus formas de castigo. La relación con la policía es fuerte y se extiende a la lógica tumbera, que se constituye justamente en ese odio ¿? mutuo. Por otro lado, o por el mismo, sus relatos son de expulsión de todo sistema educativo, y conectados al flujo de un consumo periférico y marginal, sobre todo de drogas. Sobre estos jóvenes recae toda una narrativa que los demoniza y los ubica en un lugar que oculta su existencia mas amplia, bajo la fachada del delito. El informe policial, la noticia en el periódico, el informativo del mediodía y los expedientes del juzgado, son eslabones de una cadena de enunciados que los identifica. Así esta identidad, asignada desde el poder, resurge entre los mismos pibes: eh chorito!, se gritan cuando se saludan. El Mercado, monstruo de mil cabezas, hará su parte, configurando un circuito cuyos trofeos oscilan levemente entre balas y un par de zapatillas de marca (altas llantas), en los pies de un muerto.
Ahora, sí, quién mas, quién menos, todos son pobres.

La institución

No es fácil lidiar con una institución que carga con una serie de fantasmas y malas reputaciones. En principio, porque este espacio es ilegal en términos de la legislación internacional sobre infancia; también, porque los vaivenes en las políticas mediante las cuales se lo administra, produjeron una sedimentación en su historia, haciendo dificultoso todo cambio. Aún así, hay una voluntad que se acrecienta cuando se abren espacios para poder darle vida a un ámbito de muerte. Tampoco es fácil para quienes allí trabajan construir una mirada diferente de los jóvenes cuando la problemática de la delincuencia es reducida desde múltiples lugares a una problemática de inseguridad. Los “pibes choros” tomados como una vedette mediática, hacen que ésta institución aparezca frecuentemente nombrada en la sección policial de nuestros diarios y medios. De la misma manera que se reduce la complejidad en la máquina mediática, la institución Estado se presenta en la vida de las personas reduciéndolo todo. A estos chicos pobres, con serios problemas con las drogas, con familias desarticuladas y crecidos en un tejido social fragmentado y signado por la violencia, el Estado les ofrece a la policía. Un auto que patrulla los pasillos de las precarias viviendas en busca de alguien que atentó contra la propiedad privada. “Y yo qué ¿manejo el comando?”, grita Fede cuando desde hace rato nadie le pasa la pelota en el picado de fútbol que armamos. “El que maneja el comando” es una institución para ese pibe, es una referencia. El Estado no tuvo otra creación para ocuparse de estos pibes que lugares como el IRAR.
Las personas que allí trabajamos tenemos que ver cómo le hacemos para que esto no sea lo que es y que pueda ser otra cosa. Que allí se puedan, en todo caso, abrir otras posibilidades, donde el Estado propuso para una sociedad que se desintegra, una política de desintegración de los sujetos. Por eso creemos que el IRAR debe ser cerrado y debe mutar definitivamente a otra cosa, a otras políticas que puedan cortar ese espiral ascendente de violencia y de estigmatización de los cuerpos. Es en ese sentido, que nuestro rol tiene una carga de responsabilidad que asumimos, pues a la vez que denuncia debe tratar de proponer, mediante situaciones concretas, formas diferentes de abordaje de la problemática. Y esta es una discusión que toda la sociedad debe darse de manera urgente. Por ética y por política no se puede esperar que el cambio de enfoque suceda mágicamente, por eso estamos dando batalla a la resignación de lo que hay, para explorar nuevas formas.

La presencia

Poder estar junto a los jóvenes en su cotidianeidad, en esta inhumana situación de encierro, posibilita atravesar esa imagen proyectada sobre ellos y aportar a sus vidas desde la perspectiva de la presencia. Estar ya provoca un contagio mutuo, una afectación. Por esto es que surge la necesidad de ir mirando cómo y desde dónde se va a ese encuentro, y poder ir registrando lo que de él emerge. Moverse, correrse, en primera instancia de estos lugares de identificación tan repetitivos y reproductores de una realidad de muerte. Incluso, porque sobre nosotros también se proyectó una imagen. Un lugar reproductor, el de un Otro que esporádicamente lo puede atender y escuchar, y a partir del cual, los jóvenes ponen en juego ciertos chamuyos, según consideren útil para el logro de tal o cual fin.
Al inicio, hubo situaciones en las que al acercarnos a los jóvenes, ponían en marcha toda una parafernalia de palabras y frases que mezclaban lo religioso, lo judicial, la psicología y las políticas públicas, y demás áreas que en general “intervienen” sobre ellos. Y esto se da justamente porque son sujetos, porque han ido construyendo lecturas de estos espacios, que les han permitido descreer, pero también aprovechar esporádicas presencias.
Por eso y poco a poco, en el trato cotidiano sostenido, jugando a la pelota, a las cartas, compartiendo actividades o simplemente momentos, los jóvenes fueron bajando esa barrera y permitieron que se dé un vínculo mas fraterno y frontal. Así las primeras acciones tuvieron que ver con aquello mas humano: comer juntos, jugar, charlar, compartir. Luego vendrían otros proyectos: el taller literario, la revista, talleres de teatro, visitas de diversas personas con algo para compartir. La primera condición para esto, aunque parezca perogrullesco, fue eso: humanizar el vínculo. Luego sí tuvimos que pensar en esto del diálogo de diferentes en relación de igualdad. Porque vimos que confundirse con ellos, mimetizarse o hacerse el compinche, puede ser tan perjudicial para ellos como para aquel que en ese lugar se ubique. Si bien, lo primero que mejoró la situación fue acercarnos como personas -tratando de poner en un segundo plano todos aquellos fantasmas que pululan sobre los jóvenes- también tuvimos que ir construyendo una distancia posibilitadora, desde la perspectiva del adulto. Es decir, a la vez que somos iguales en tanto sujetos; nosotros, como adultos, somos responsables de un laburo; ellos, jóvenes con dificultades para reconocerse a sí mismos y por lo tanto para reconocer a otros. Por eso tuvimos que armar un vínculo de respeto y responsabilidad en ese encuentro. Reconocimiento mutuo que requiere un arduo trabajo. Pues para que pueda darse esa otra situación desde un vínculo mas o menos ordenado, hay que aguantar y tener mucha paciencia.

Borrando límites, lo transdisciplinar

Quién tenga la solución a situaciones tan complejas y complicadas miente. Ninguna persona puede, por mas que sepa mucho, abordar situaciones desde una sola concepción del mundo y del tema. Por eso esta cuestión de poder aportar desde diversas miradas a la práctica concreta, es lo que mas resultado nos va dando. Corrernos de los lugares de especialistas y poder juntos generar prácticas y reflexiones, con una riqueza de tamices en las lecturas y miradas que puedan asumirse desde campos diferentes y desde experiencias variadas.
En nuestro breve recorrido vemos que es mucho mas potente esa facultad de construir acciones y pensamiento desde la incertidumbre, que desde las certezas acabadas en los límites disciplinares. Hacer un mestizaje de saberes en torno a la práctica concreta, ir formulando constante y colectivamente formas de abordaje de las situaciones, sin necesidad de ver desde qué campo viene tal o cual aporte.
No se trata sólo de correr el velo de una identidad mas o menos demoníaca, para empezar a reconocer las singularidades de cada joven, sino también correr los velos de las identidades de cada uno de nosotros, para poder abrirse y escuchar, y poder habitar juntos esta compleja trama.

Una práctica que existe para no existir

Cuando iniciamos el trabajo como acompañantes nos preguntamos ¿Qué hacer en el día a día con estos jóvenes en situación de encierro? ¿Qué formas le damos a este diario compartir? ¿Cómo instauramos un vínculo humano en una situación que es degradante de la condición humana?
Aún reconociendo que hemos avanzado mucho, seguimos haciéndonos las mismas preguntas. Manteniéndonos en ese movimiento lleno de incertezas fuimos avanzando. Muchas de las cosas que soñábamos o veíamos como imposibles cuando empezamos, las fuimos concretando. Por eso nos resulta vital poder seguir soñando en correr los límites de lo posible y llegar al punto en que no tengamos que existir, pues no existirán ya las instituciones de encierro. Por eso renovamos todos los días la apuesta. Así como a los pibes con esas cargas tremendas que llevan, nunca pudieron ocultarles del todo esa vida que puja por desarrollarse, por expresarse; nosotros tratamos de mantenernos en movimiento en ese lugar inmóvil. Estar atentos para mejor acompañar el tránsito de los pibes desde la presencia, como un proceso de experimentación de sí mismos, como un proceso que pueda ser de aprendizaje. Pararnos en un lugar de referencia que posibilite la emergencia de esa voz y ese cuerpo oculto y signado por el sistema judicial, mediático, capitalista. Andar el andar juntos e ir viendo por dónde le escapamos a la resignación y a la desesperanza de ese proyecto de muerte. Estar, pues la presencia genera el encuentro, y es en ese entre donde surgen diversas actividades que buscan romper los muros o agrietarlos.
Por todo esto pensar nuestra práctica como una práctica colectiva nos resulta urgente e imprescindible. Ir probando, ir andando un camino en el hacer cotidiano y evitar que nos coma el trajín de la institución. Nosotros somos quienes queremos conflictuar esto que llamamos cultura tumbera. Y la queremos cambiar porque la consideramos suicida. Decimos que es urgente abrir espacios para que puedan aparecer otras cosas, otros modos mas del lado de la vida, de la creación, que de la reproducción. “Qué lindo jugar al fútbol” me dice Adolfo, “yo nunca jugué al fútbol; “Nunca jugaste al fútbol?” pregunto sorprendido; “no, porque cuando los pibes del barrio jugaban, yo me enganchaba a jalar abajo del arból de la canchita”. No hay mucho para agregar a esto, sí darle para adelante sabiendo que sólo hay esperanza si hay lucha.


Jorge de la Fuente
Colectivo de Acompañantes Juveniles del IRAR
delirar@gmail.com

jueves, 5 de agosto de 2010

Maxi

Lucho
Me río y juego
Bailo,
canto,
me muevo

Tomamos mates
Hicimos un partidito
Fumamos y nos miramos
Algo dijiste y algo oí

Ten piedad con él, mundo
Ten piedad

Cuando te fuiste le recé a mis muertos
Para que no volvieras al encierro

Y ese cuchillo vuela anónimo y se clava en un pecho cualquiera
vuela y se clava en tu cuerpo que sangra

Maxi te juro que lucho
Maxi, te juro que juego,
te prometo que bailo
pero hoy, lloro.

Jorge

Para qué sirven los pibes choros?

-Eh chorrito! da para un cigarro que estoy pato?.

-Si, chorro, sabé!.

-Todo bien chorrito?.

-De primera!.

Desde que trabajo con pibes en situación de encierro ya no enciendo la tele. Me hace daño ese impune caudal de información. Como cuando me pegó un policía allá en mi pueblo. Era chico y tuve una fuerte y extraña contradicción cuando aquel que nos dijeron estaba para cuidarnos, me propinaba una paliza. La sensación se repite; aguda y profunda conmoción. Ahora mismo podría decir, todos hablan de inseguridad pero nadie habla de pobreza y sé que esa frase suena trillada. Todos hablan de inseguridad y nadie habla de pobreza. Así y todo, algunos cambiaron su auto. Otros planifican vacaciones. La presidenta sonríe con su sonrisa de plástico y reparte nuevos planes para aliviar la pobreza mientras firma en Nueva York el próximo mega emprendimiento minero con el presidente de la trasnacional Barrick Gold. Harán una inmensa fortuna a costa de los de siempre y de algunos nuevos. No sé por qué me sorprenden los pibes choros. Por qué carajo me sorprendo de que la pobreza se abra paso entrando como una chuza oxidada en el abdomen de la sociedad. Como los piqueteros alertaron a gomas quemadas que se habían llevado todo, esta chuza penetra la grasa del sedentario consumo y nos pone en aviso. Encima no podemos salir del discurso fácil y menos implicante. El discurso de lo que está afuera, no hay responsabilidad, yo argentino. Discurso suicida. Por eso ya no enciendo la tele. Aunque su presencia habita cada rincón, mirándonos para que allí nos quedemos.
Jorge

Viendo a Diego en su ataúd...

…Viendo la precaria construcción de la vivienda donde lo velaban, no de ladrillos vistos, sino de paredes sin revocar. Viendo la única habitación de la casa, con apenas una mesada de cocina y vacía de muebles, no por haber sido preparada para velatorio, sino porque no hay en ella más que una mesa y cuatro sillas, todas diferentes, cirujeadas seguro…
Viendo desde la puerta el descampado, como tapiz de frente, un basural a cielo abierto y plagado de totoras, cañas y cafetos, justo sobre la barranca que dibuja el Saladillo, allá, donde termina el municipio, justo antes de subir el puente.
Viendo el agua serpentear, cargada de putrefacción y desechos irreconocibles…
Viendo el caserío olvidado, donde el acceso lo tiene prestado un camino de tierra, hecho a pasadas de carro…
Viendo el ataúd sostenido por caballetes prestados y apenas dos velas malolientes como todo ceremonial, sin siquiera candelabros y ni una sola flor…
Viendo su rostro tieso, tenso por una muerte violenta, como violenta fue su vida…
… no pudimos más que evocar todos aquellos conceptos y categorías trillados, vacíos, sobre la exclusión, la falta de oportunidades, la cultura del trabajo, la línea de la pobreza, la desigualdad, la brecha económica, la fallas de la educación, las políticas públicas, la cuestión del presupuesto, la inseguridad, lo imputable de lo inimputable: la corrupción, la distribución de la riqueza…, pero al hacerlo, comprender que ninguna interpelación, ninguna respuesta desanudaría nuestras gargantas, y menos, desoprimiría nuestros pechos. Menos todavía, esclarecería nuestra razón.
Viendo entre sus manos apretadas, las cuentas de aquel rosario de semillas enlutadas, como testimoniando la cantidad de balas, o de caídas en cana, o los apremios…, casi testimoniando las noches sin comida, o los porros y las pastillas, los “poxi”, casi testimoniando las palizas o los No, testimoniando sí, la responsabilidad de los ausentes, es que reflexionamos acerca de su destino, de la impronta de su corta vida como grito de advertencia.
Viendo a Diego en su ataúd, no pudimos sino recordar al Diego de los chistes, el de los eneojos y las quejas. El Diego de la sonrisa y la mirada opacas que no tuvo por delante más que su circunstancia. Aquel Diego de la promesa de un amor sin condiciones…
Viéndolo a Diego ahí, no tuvimos más remedio que meditar acerca de tantos diegos entrampados en esta realidad capital, sin futuro para ellos, sin escape… Tantos diegos que hemos visto, tocado, oído, sentido, como a él. Que hoy esperan, a la margen de todo. Tantos que vemos en este diario transcurrir, sin poder dar más que un poco de compañía, como aquel sábado, temprano, lo acompañamos a él.
Porque a la vuelta de la esquina, en el pasillo o en la salidera, o vaya a saberse en qué, la vida los está esperando…para negarles todo otra vez. Para arrancarles la infancia, para serles esquiva hasta con lo que les pertenece. Para sumirlos en esa suerte de coraje, esa independencia que les dá rienda para supervivir, pese a todo.
Para hacerlos los héroes y los villanos, para mostrarles que no hay un camino, sino, todos!
Para ponernos a nosotros a trabajar con fuerza para darles lo mejor. Para sentir que podemos, aunque poco, pero porque queremos, porque creemos y porque nos empuja la llave que abre su corazón y su conciencia…
…Y más, tanto más….viendo a Diego en su ataúd.
Aníbal